13 marzo 2009

Instante benedettiano

Es un momento de torpe cantautor.
Es uno de esos días en los que el sol y el hecho de tener por delante 48 horas en las que puedes decidir qué hacer con ellas, nos hacen sentirnos generosos. Si no, no nos habríamos sonreido como lo hemos hecho. Yo, como una madre que regaña tiernamente a su hijo por una pequeña travesura. Él, como el niño que sabe que hizo mal, pero que le vas a perdonar porque ¿quién puede estar enfadado en un día así?

La alegría por el sol me suelta la lengua y empiezo a cantar (cuando ocurre esto en una vespa, siempre te da un rollo Nanni Moretti) cuando, de pronto, tú te cruzas, ráudo, montado en tu bicicleta, cantando también, y a punto de colisionar conmigo. Vale, es que venía un paso de cebra y yo ya tendría que ir frenando. Pero es que tampoco contaba con que aparecerías de la nada.

Y como es uno de esos días en los que te sientes generoso, en lugar de hacernos un feo gesto o entonar una mala palabra, nos hemos sonreido mientras cantábamos. Y cuando has parado y te has girado y has vuelto a sonreirme, yo sólo he podido hacer lo que se hace en uno de esos instantes benedettianos....


Paso que pasa
rostro que pasabas
qué más quieres
te miro
después me olvidaré
después y sólo
solo y después
seguro que me olvido.
Paso que pasas
rostro que pasabas
qué más quieres
te quiero
te quiero sólo dos
o tres minutos
para quererte más
no tengo tiempo.
Paso que pasas
rostro que pasabas
que más quieres
ay no
ay no me tientes
que si nos tentamos
no nos podremos olvidar
adiós.

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